Me encuentro reunida con viejas amistades; algunas rejegas, algunas legítimas, y otras indiferentes. Es una verdadera tristeza el haber crecido junto a estas personas y sentir el odio y envidia que existe entre algunos de ellos.
Estar en vísperas navideñas inevitablemente despierta en mí
una sensación de felicidad y agradecimiento; sentimiento acompañado por un
amargo toque de reflexión.
Sin darle un toque elementalmente existencialista a esta
conversación, quisiera comenzar por la casualidad de estar sentados en este
preciso momento, alrededor de esta mesa. Es un hecho que Dios, el Cosmos, Karma
o como se le prefiera denominar, nos ha reunido desde el momento de nuestro
nacimiento; curiosa o estratégicamente, esta fuerza ha logrado que convergemos
en esta precisa ciudad, en una misma sociedad, escuela, familia, época,
contemporaneidad o intereses. En resumen coexistimos en dos conceptos
elementales: Tiempo y Lugar. El tercer concepto o punto de intercepción, es la
voluntad, que se refiere a la capacidad de elegir el propio dictamen o gusto,
sin atención a otro respeto o reparo ¿A que quiero llegar con esto? Como lo
mencioné anteriormente, todos nosotros hemos coexistido por alguna razón, sin
haber tenido la oportunidad de elegirlo. Al paso de los años formamos una
estrecha relación de cariño. En un inicio durante la niñez, llena de inocencia
y vivencias por descubrir. Al paso de los años, durante la adolescencia esta
amistad se vió opacada por rencores, envidias y disputas entre algunos de los
miembros de nuestra pequeña colectividad; comportamiento considerado natural en
el ser humano, ya que al final de cuentas todos luchábamos por convertirnos en
adultos. Por lo tanto, fue nuestra voluntad el continuar unidos y experimentar
los acontecimientos de la vida. Sin embargo, al cabo de los años unos nos
fuimos a vivir a otros lugares, otros encontraron amistades mas afines a sus
intereses, otros decidieron formar una familia; en fin, la vida nos hizo partir
caminos. Todos hemos atravesado
cosas distintas, algunos han estado incondicionalmente ahí para los otros,
otros nos hemos alejado por completo, otros han hablado mal de los otros y
otros simplemente han callado. Hemos implementado la idiosincrasia podrida de
la sociedad y hemos caído en su juego, temerosos de la felicidad o éxito ajeno,
inclusive entre los nuestros. Hoy somos adultos, y estamos aquí por voluntad
propia, no porque nos haya tocado vivir en el mismo lugar y tiempo. Por eso hago
una petición especial ¿Porqué no realmente coexistimos y nos disfrutamos
dejando atrás todo tipo de rencores pasados y envidias? ¿Por qué no realmente
explotamos la voluntad propia y somos honestos con nosotros mismos? No debemos
sentirnos obligados por la sociedad a comportarnos hipócritamente, yo estoy aquí
porque quiero y siento un gran cariño y respeto por todos los que están
sentados conmigo en esta mesa. Yo he dejado de cargar cadenas que nomás
retrazaban mi paso y no me dejaban correr como lo hago ahorita. Así que lo digo
de todo corazón, perdonen, olviden y realmente vivan; busquen su paz interior
con el fin de dejarse sorprender por las maravillas de la vida y las relaciones humanas. Que al cabo la
felicidad no es legitima, si esta no es compartida.